Nuestra primera asignación para Crónicas (debido a las manifestaciones) fue retratar la situación del país desde el punto de vista de una barricada llameante. Aquí les dejo el resultado:
Misión: Venezuela
Por Ana Sánchez
Te contaré una historia. Puede que la creas, puede que no. Esta es la verdadera y casi imposible historia de mi existencia en este mundo y del propósito para el que fui llamado. Podría pensarse que es magia, pero de los sentimientos y emociones más fuertes es donde surge lo inexplicable. Todo comenzó un día viernes, los vecinos de la zona debido a las incesables protestas existentes en el país, decidieron crearme. Juntaron todo lo necesario, desde colchones, tablas viejas, muebles y algunos metales. Así nací, fruto de la rabia y el descontento de muchos jóvenes y adultos con respecto a la situación del país, que decidieron unirse para que su voz sea escuchada ya que según ellos Venezuela cada vez está peor.
Observé cómo entre todos me prendían en fuego, ¿no les parecerá un poco exagerado? me pregunté, además el sol bailaba en el cielo fuertemente y el calor era abrumador. Desde lejos podía ver una muchacha cuyo cabello estaba recogido en una cola alta, parecía tener unos 19 años, sin duda muy joven, tal vez la situación del país la había tornado muy madura. Se encontraba discutiendo con una señora ya mayor, que no estaba muy de acuerdo con trancar la calle, pero sí coincidía con lo que muchos opinaban del gobierno.
“Esto no va a solucionar nada, lo que va a hacer es atraer la atención de la guardia nacional. Seguramente habrá violencia”, fueron una de las cosas que decía la abuelita. Por su parte la muchacha opinaba muy distinto: “Hay que mantenerse en la calle, no nos podemos quedar con los brazos cruzados. Tenemos que hacer algo”. En eso, uno de los que escuchaba la conversación dijo: “Señora me va a perdonar, pero no hay otra salida que ésta. Tenemos que mantenernos unidos y al parecer la guardia se encuentra encantada de arremeter contra nosotros, pues pasaron sus últimos años cuidando pollos en mercal”. Ese comentario causó muchas risas y asentimientos a su alrededor, eso calmó la situación y así pasaron toda la tarde, hablando y discutiendo sobre las marchas por venir, lo que dijo y lo que no dijo el presidente.
Transcurrieron las horas y la gente continuaba cerca de mí, custodiando, hasta que entonces llegó un grupo de motorizados armados, intentado arremeter contra los manifestantes que se encontraban claramente en desventaja, puesto que estos no tenían armas. La calle en seguida se tornó como un campo de batalla. Debido a que el fuego con el tiempo poco a poco había ido bajando, ambos grupos lograron enfrentarse. Balas volaron por el aire, y algunas piedras y botellas las acompañaron. Se oyó un fuerte grito de una señora, quien cayó en el piso tras ser alcanzada por un proyectil, dos personas corrieron a ayudarla a levantarse, y luego huyeron del caos existente. El grupo de motorizados era numeroso, pero no superaba en cifra a los protestantes. Estos buscaban derribar todo. Desde sus vehículos se podía escuchar la canción: “Patria, patria, patria querida…”. Se veía sangre en ambos bandos, pero aun así el enfrentamiento continuaba.
Se escuchaban gritos, entre ellos frases como: Fascista, oposición apátrida, traidores de la patria y asesinos... era un escenario claramente lleno de odio. En eso, un motorizado que pasaba cerca decidió unirse al enfrentamiento, pero perdió el control e impactó contra uno de los obstáculos colocados, logrando que el grupo cambiara su atención. Al notar que el conductor del vehículo no parecía ser capaz de levantarse, un hombre lo montó en su moto y se marchó, haciendo que el resto se retirara igualmente.
Para evitar futuros ataques, los habitantes de la zona decidieron poner una guaya guindada, con el fin de librarse de quien intentara derribarme. Así fue como sucedió. Al caer la noche un muchacho se atrevió a pasar por aquí, el grupo que se encontraba cerca intentó detenerlo haciendo señas con las manos para que parara su vehículo. El conductor no se percató del nuevo obstáculo, aunque sí pudo verme, eso no evitó que tomara la decisión que lo llevó a manejar su motocicleta directo hacia la guaya que le quitaría la vida. El cuerpo cayó al piso y en seguida se formó un charco de sangre. El escenario era el siguiente: las personas corriendo, algunos pocos aún en shock como para poder articular una palabra, otros en cambio gritaban, pero el joven nunca se levantó.
Mi misión en este mundo (y mi mayor logro también) es el de unir a las personas de una comunidad y crear una conciencia colectiva para que no se imite a los que opinan diferente, y que además intentan cortar con estas manifestaciones. Poco a poco las personas se han dado cuenta de que su intención no es matar y que su principal arma debe ser una pancarta para que así la gente que no los apoya vayan tomando conciencia de que se está protestando por problemas que los afectan a todos. Esa noche concluyó con una tragedia, dejó un muerto a causa de esta protesta. Esto no termina aquí, las barricadas seguirán, los enfrentamientos también, pero bueno... ya eso será otra historia.
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Por Ana Sánchez
Te contaré una historia. Puede que la creas, puede que no. Esta es la verdadera y casi imposible historia de mi existencia en este mundo y del propósito para el que fui llamado. Podría pensarse que es magia, pero de los sentimientos y emociones más fuertes es donde surge lo inexplicable. Todo comenzó un día viernes, los vecinos de la zona debido a las incesables protestas existentes en el país, decidieron crearme. Juntaron todo lo necesario, desde colchones, tablas viejas, muebles y algunos metales. Así nací, fruto de la rabia y el descontento de muchos jóvenes y adultos con respecto a la situación del país, que decidieron unirse para que su voz sea escuchada ya que según ellos Venezuela cada vez está peor.
Observé cómo entre todos me prendían en fuego, ¿no les parecerá un poco exagerado? me pregunté, además el sol bailaba en el cielo fuertemente y el calor era abrumador. Desde lejos podía ver una muchacha cuyo cabello estaba recogido en una cola alta, parecía tener unos 19 años, sin duda muy joven, tal vez la situación del país la había tornado muy madura. Se encontraba discutiendo con una señora ya mayor, que no estaba muy de acuerdo con trancar la calle, pero sí coincidía con lo que muchos opinaban del gobierno.
“Esto no va a solucionar nada, lo que va a hacer es atraer la atención de la guardia nacional. Seguramente habrá violencia”, fueron una de las cosas que decía la abuelita. Por su parte la muchacha opinaba muy distinto: “Hay que mantenerse en la calle, no nos podemos quedar con los brazos cruzados. Tenemos que hacer algo”. En eso, uno de los que escuchaba la conversación dijo: “Señora me va a perdonar, pero no hay otra salida que ésta. Tenemos que mantenernos unidos y al parecer la guardia se encuentra encantada de arremeter contra nosotros, pues pasaron sus últimos años cuidando pollos en mercal”. Ese comentario causó muchas risas y asentimientos a su alrededor, eso calmó la situación y así pasaron toda la tarde, hablando y discutiendo sobre las marchas por venir, lo que dijo y lo que no dijo el presidente.
Transcurrieron las horas y la gente continuaba cerca de mí, custodiando, hasta que entonces llegó un grupo de motorizados armados, intentado arremeter contra los manifestantes que se encontraban claramente en desventaja, puesto que estos no tenían armas. La calle en seguida se tornó como un campo de batalla. Debido a que el fuego con el tiempo poco a poco había ido bajando, ambos grupos lograron enfrentarse. Balas volaron por el aire, y algunas piedras y botellas las acompañaron. Se oyó un fuerte grito de una señora, quien cayó en el piso tras ser alcanzada por un proyectil, dos personas corrieron a ayudarla a levantarse, y luego huyeron del caos existente. El grupo de motorizados era numeroso, pero no superaba en cifra a los protestantes. Estos buscaban derribar todo. Desde sus vehículos se podía escuchar la canción: “Patria, patria, patria querida…”. Se veía sangre en ambos bandos, pero aun así el enfrentamiento continuaba.
Se escuchaban gritos, entre ellos frases como: Fascista, oposición apátrida, traidores de la patria y asesinos... era un escenario claramente lleno de odio. En eso, un motorizado que pasaba cerca decidió unirse al enfrentamiento, pero perdió el control e impactó contra uno de los obstáculos colocados, logrando que el grupo cambiara su atención. Al notar que el conductor del vehículo no parecía ser capaz de levantarse, un hombre lo montó en su moto y se marchó, haciendo que el resto se retirara igualmente.
Para evitar futuros ataques, los habitantes de la zona decidieron poner una guaya guindada, con el fin de librarse de quien intentara derribarme. Así fue como sucedió. Al caer la noche un muchacho se atrevió a pasar por aquí, el grupo que se encontraba cerca intentó detenerlo haciendo señas con las manos para que parara su vehículo. El conductor no se percató del nuevo obstáculo, aunque sí pudo verme, eso no evitó que tomara la decisión que lo llevó a manejar su motocicleta directo hacia la guaya que le quitaría la vida. El cuerpo cayó al piso y en seguida se formó un charco de sangre. El escenario era el siguiente: las personas corriendo, algunos pocos aún en shock como para poder articular una palabra, otros en cambio gritaban, pero el joven nunca se levantó.
Mi misión en este mundo (y mi mayor logro también) es el de unir a las personas de una comunidad y crear una conciencia colectiva para que no se imite a los que opinan diferente, y que además intentan cortar con estas manifestaciones. Poco a poco las personas se han dado cuenta de que su intención no es matar y que su principal arma debe ser una pancarta para que así la gente que no los apoya vayan tomando conciencia de que se está protestando por problemas que los afectan a todos. Esa noche concluyó con una tragedia, dejó un muerto a causa de esta protesta. Esto no termina aquí, las barricadas seguirán, los enfrentamientos también, pero bueno... ya eso será otra historia.
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